Déu Pare, dame Gracia y pone en mí el deseo de buscarte, para que al buscarte pueda encontrarte, para que al encontrarte pueda amarte, y para que al amarte pueda odiar con todas mis fuerzas, con toda mi alma y todo mi corazón, todos los pecados de los que me has salvado...
En el Nombre de Jesús, amén!



jueves, 23 de septiembre de 2010

De Romanos 4:6-8 (2)

La anterior entrada, la concluí hablando sobre la Justificación.

Ahora bien, por qué razón encontramos a Pablo tan entusiasmado en estos versículos?

Por la sencilla razón de que la justificación -ser declarado Justo, es decir, sin mancha, delante de Dios- no es algo que se obtiene por nuestras obras si no por nuestra fe.

De eso va todo el capítulo 4º de la epístola a los Romanos, es decir, de explicar que nuestros pecados fueron imputados a Jesús, y de anunciar que la justicia de Jesús -la vida sin pecado de acuerdo a una estricta obediencia de la Ley de Dios que trabajó el Señor toda su vida- se nos imputa a nosotros.

Recordáis lo que dije de que en la cruz se produce una transferencia de justicias?

Pues eso.

Pero decía que Pablo aparece exultante porque la justicia de Dios se recibe por fe, no por obras.
6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
El punto sobre el cual Pablo quiere que nos fijemos y nos alegremos con él es en Dios atribuye justicia sin obras.

Dios -al final de nuestros días- no nos pesa en una balanza para ver si el platillo de las buenas obras pesa más que el de los pecados.

La Santidad de Dios no permite que ninguna alma impura pueda tener comunión con Él, de ahí que la vida eterna -comunión con Dios- solo pueda estar al alcance de una alma pura.

No importa que una persona apenas haya pecado a lo largo de su vida, un solo pecado mancha nuestras almas lo suficiente como para estar destituidos de la Gloria de Dios por toda la eternidad.

Y si no que se lo pregunten a Adán y Eva.

Por tanto, lo que el hombre necesita es una justicia perfecta.

Dicha justicia es la que nos provee el Señor Jesús, pues eso es lo que trabajó -tras toda una vida de sufrimientos y superación de tentaciones- nuestro Señor.

Esto es lo que Pablo nos está diciendo, es decir, que para ser salvos no hemos de hacer una cantidad infinita de buenas obras, pues el hombre no puede evitar pecar, lo que nos está diciendo es que la justicia se obtiene aparte de las obras.

Estas -las buenas obras- vienen como consecuencia de haber sido declarado Justo, pero lo que nos tiene que quedar claro es que no hay suficiente cantidad de buenas obras que le permitan al ser humano ameritar estar en comunión con Dios por toda la eternidad.

Pero fijaos en las palabras del versículo 6º, Como también David habla...

A qué se refiere Pablo?
Al Salmo 32 que cita en el versículo 5º, mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia, el cual se relaciona directamente con el 6º,
Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
En este versículo -el 5º- nos encontramos algunas evidencias de que la justicia se obtiene sin obras de por medio.

Lo vemos en las palabras "mas al que no obra", en "que justifica al impío", y en "su fe le es contada por justicia".

Son especialmente significactivas las palabras "justifica al impío" pues sabemos que nadie sin fe puede agradar a Dios, nadie sin fe puede hacer ninguna obra que sea meritoria delante de Dios y sin embargo, tan pronto ese alguien recibe el don de la fe, se produce su justificación al instante: "su fe le es contada por justicia".

No fe más obras u obras sin fe, simple y llanamente Fe, es decir, uno es declarado Justo delante de Dios por Fe.

Esta es la razón por la que Pablo está tan alegre, por la esencia misma del Evangelio, es decir, que tenemos paz para con Dios al ser justificados por fe.

Sin embargo, Pablo hace algo un tanto inesperado en los versículos que van del 6º al 8º.
Hasta el momento Pablo se había limitado a describir justificación como la aplicación de la justicia de Dios en nosotros, no obstante, ahora añade a eso el no reconocimiento de nuestros pecados.

La justicia de Dios se nos imputa a nosotros... mientras que nuestros pecados son perdonados, es decir, no se nos imputan más, pues son cargados por Jesús.

Una cosa va agarrada de la mano de la otra.

Imposibles de separar, y ambas el Evangelio.

Debemos recibir la justicia de Dios del mismo modo que nos deshacemos de nuestra injusticia, aunque lo sorprendente es que el hecho de que Dios no nos tenga en cuenta nuestro pecado, está directamente relacionado con la acreditación de Su justicia a nosotros.

Leamos el versículo 6 para ver esto,
6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
Pablo está citando el Salmo 32 como he mencionado antes, no obstante, el salmo no dice que Dios nos acredita justicia, sino que no nos acredita nuestro pecado.
1 Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.

2 Bienaventurado el hombre a quien Yahvé no culpa de iniquidad,
Y sin embargo, qué leemos en los versículos 7º y 8º?
7 diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,
Y cuyos pecados son cubiertos.

8 Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.
El verbo de esta última frase el Señor no inculpa de pecado cae en el mismo campo semántico que los verbos atribuye, contar que vemos en los versículos 3º, 4º, 5º y 6º.

Por tanto, el versículo 8º nos dice Bienaventurado el varón a quien el Señor no cuenta, acredita e inculpa su pecado.

Fijaos en la conexión de los versículos 6º y 8º pleeze,
6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,

[...]

8 Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado
.
De esta conexión aprendemos que la justificación no es o la imputación de la justicia de Dios en nosotros, o el perdón de los pecados, sino que una cosa es indivisible de la otra...

Y ambas se obtienen sin obras de por medio, 6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras.

Pero qué le hace pensar a Pablo que en el Salmo 32 se nos perdonan los pecados y que la justicia se nos imputa sin obras de por medio?

El versículo décimo del Salmo nos da la respuesta,
10 Muchas son las calamidades de los malvados,
pero el gran amor del Señor
envuelve a los que en Él confían
.
Nos encontramos ante un contraste, los malvados y los que confían, es decir, lo opuesto de ser malvado es confiar en Dios.

En otras palabras, la justicia de la que nos hablaba el samista en el versículo 1º es la de la fe.

O sea, que acabamos donde empezamos, es decir, poniendo nuestro punto de mira en el Evangelio como la auténtica Bienaventuranza.

Bienaventurado cuando Dios te imputa la justicia de Jesús en ti, bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado, bienaventurado el hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, bienaventurado cuando te das cuenta que todo esto es porque amas a Dios y confías en Jesús más que en ti mismo...

Bienaventurado.

Bienaventurado.

Bienaventurado.

Bienaventurado porque el hecho de que nuestra justicia no sea por obras, nos da una seguridad y tranquilidad enorme.

Nuestra justicia depende de Dios, y hay algo más seguro que eso?

Si dependiera de mi obrar estaría aterrado y desanimado, pues en el fondo de mi corazón sabría que el fracaso caería sobre mi cráneo tarde o temprano.

Pero la alegría de Pablo es perfectamente comprensible, pues el hecho de que nuestra Salvación sea una Gracia de Dios, es la mejor de las garantías.

Mientras meditais sobre ello, dad gracias a Dios en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo...