Déu Pare, dame Gracia y pone en mí el deseo de buscarte, para que al buscarte pueda encontrarte, para que al encontrarte pueda amarte, y para que al amarte pueda odiar con todas mis fuerzas, con toda mi alma y todo mi corazón, todos los pecados de los que me has salvado...
En el Nombre de Jesús, amén!



sábado, 17 de septiembre de 2011

De Obediencias Activas y Pasivas...

8 y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió obediencia,
Hebreos 5:8
Me preguntan sobre la obediencia de Jesús, y yo más contento que un guisante respondo.

La obediencia del Mesías Cristo tuvo dos facetas: la activa y la pasiva.

La Ley que vino a cumplir el Señor comporta sanciones penales -muerte- a todo aquel que incumple sus demandas, pues maldito el que no confirmare las palabras de esta Ley para hacerlas, y dijo todo el pueblo: Amén.

No obstante, la impecabilidad -el perfecto cumplimiento de la Ley de Dios- del Mesías, le capacitó para ser el representante y sustituto de su pueblo, recibiendo en él el castigo y condena por el pecado de estos.

El Justo -el cumplidor de la Voluntad de Dios- por los injustos -los pecadores-.

El Mesías Cristo cumplió la Ley que su pueblo fue incapaz de cumplir, y tomó en él la carga de la pena que su pueblo merecía.

Lo primero alude a la obediencia activa, y lo segundo a la pasiva.

Sin una de las dos, no hay expiación posible, de ahí que la vida del Señor sea tan importante como su muerte.

Adan fracasó a la hora de cumplir la Voluntad de Dios, Israel fracasó a la hora de cumplir la Voluntad de Dios, pero el Mesías -como hombre ungido por el Espíritu Santo de Dios- fue el único que ha cumplido a la perfección la Voluntad de Dios.

Por tanto, tal y como leemos en el Catecismo de Heidelberg,
Dios me concede y me acredita la perfecta satisfacción, justicia y santidad de Cristo como si yo nunca hubiese pecado y como si nunca hubiese sido pecador, y como si hubiese sido tan perfectamente obediente como lo fue Cristo por mí.
Mi pecado en él, su vida sin pecado -su justicia- en mí, no podría haber tenido lugar sin su obediencia.

El Evangelio es la obra del Mesías por nosotros, la obra del Mesías Dios en nosotros.

Lo primero alude a nuestra expiación, justificación y redención, mientras que lo segundo a nuestra regeneración y santificación.

Mientras meditáis en todo esto, dad las gracias a Dios nuestro Padre por todo en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo...