Déu Pare, dame Gracia y pone en mí el deseo de buscarte, para que al buscarte pueda encontrarte, para que al encontrarte pueda amarte, y para que al amarte pueda odiar con todas mis fuerzas, con toda mi alma y todo mi corazón, todos los pecados de los que me has salvado...
En el Nombre de Jesús, amén!



jueves, 24 de noviembre de 2011

De Henri Nowen, Fugitivos, y el Reino entre Nosotros...


Leo una historia talmúdica que a Henri Nouwen le gustaba contar,
Un día un joven fugitivo, intentando esconderse del enemigo, entró en una pequeña villa.

La gente fue amable con él y le ofreció un lugar donde hospedarse, pero cuando los soldados que buscaban al fugitivo empezaron a preguntar dónde se había escondido, todo el mundo temió lo peor.
En efecto, los soldados amenazaron con incendiar el poblado, y matar a todo el mundo, si antes del anochecer el fugitivo no era entregado.

Entonces, la gente fue al Rabbi a preguntarle qué era lo que debían hacer.
Dividido entre entregar al muchacho al enemigo, o ver morir a su pueblo, el Rabbi se retiró a su habitación a leer su Biblia, esperando encontrar una respuesta antes del alba.

Justo antes de que amaneciera, sus ojos se toparon con las siguientes palabras: "Es mejor que un hombre muera, a que se pierda todo el pueblo".

En ese momento el Rabbi cerró la Biblia, llamó a los soldados, y les dijo dónde se escondia el joven.
Una vez los soldados se llevaron al muchacho para su ejecución, hubo gran fiesta en el pueblo porque el Rabbi había salvado las vidas de sus habitantes.

Sin embargo, el Rabbi no celebró nada, apesadumbrado por una gran tristeza, permaneció encerrado en su cuarto.
Aquella misma noche, un ángel vino a él y le preguntó, "Qué es lo que has hecho?".
"He entregado al fugitivo", contestó.
El ángel le dijo "Pero es que no sabes que has entregado al Mesías?".
"Cómo podría haberlo sabido?" se justificó ansioso el Rabbi.

Entonces el ángel le dijo, "Si en vez de quedarte encerrado en tu cuarto leyendo la Biblia, hubieras visitado al joven una sola vez, mirádole a los ojos, lo habrías sabido al instante".

A veces el mucho estudio nos vuelve unos verdaderos idiotas, olvidándonos que la guía del cristiano no es el libro que sostiene en sus manos con amor, sino el Espíritu que mora en él.

El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el Reino de Dios está entre nosotros, pero quedaremos ciegos al milagro hasta que no miremos a los ojos a los demás, y les reconozcamos como lo que son: seres tan perdidos y necesitados de Gracia como nosotros.

Pero una vez lo hagamos, ah entonces, descubriremos la presencia de Dios incluso en las cosas más pequeñas, porque el Reino de Dios no está oculto en grandes templos, ni escondido en las páginas de un libro.

El Reino de Dios está entre nosotros, porque mora en nosotros, pues todo aquel que anda conforme al Espíritu, es siervo del Cristo y no reconoce voces ajenas.

Ni siquiera la propia.

Mientras meditáis en todo esto, dad las gracias a Dios nuestro Padre por todo en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo...