Déu Pare, dame Gracia y pone en mí el deseo de buscarte, para que al buscarte pueda encontrarte, para que al encontrarte pueda amarte, y para que al amarte pueda odiar con todas mis fuerzas, con toda mi alma y todo mi corazón, todos los pecados de los que me has salvado...
En el Nombre de Jesús, amén!



domingo, 12 de febrero de 2012

De la Irrupción de lo Inesperado, Mujeres Sirofenicias y Confrontaciones Dialécticas...


26 La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio.
27 Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
28 Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.
29 Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.

Marcos 7:26-29
Lo sorprendente de esta escena no es que Jesús hable con una mujer gentil, ni que expulse demonios con su Palabra, lo sorprendente de este pasaje es que estamos ante la única escena de todos los Evangelios en que Jesús no gana una confrontación dialéctica.

Pero cómo es que aquel que había sorprendido por su inteligencia a los doctores de la Ley con tan solo doce años, aquel que había impresionado a los guardias del Templo por su oratoria, aquel que rebatía todo argumento en contra que le lanzaban fariseos y saduceos por igual, cómo es que -decía- pierde una discusión?

La respuesta es que no hace tal cosa, sino que nos muestra la esencia misma del Evangelio.

Jesús tiene delante a una mujer que además es extranjera, a alguien que a ojos del judío de la época era pecadora al tener un hijo endemoniado, es decir, el Señor tenía delante suyo a la perfecta personificación de la marginación social de la época, la última entre los últimos, alguien que ignora las barreras sociales, religiosas y culturales que separan a judíos y gentiles, al intentar alcanzar -por el bien de un tercero- lo que por ley no le pertenece.

Y es precisamente mediante esta mujer, cómo el Señor hace manifiesto que los últimos serán los primeros en las cosas de Dios, y nos muestra la esencia misma del Evangelio:
La humillación de los grandes para con los pequeños por el bien de estos últimos, la ruptura de toda barrera de separación entre los hombres, la necesidad de acercarse en humildad al Señor apelando a Su Misericordia, no a los méritos personales , la inclusión de los gentiles en la economía de Dios, el Amor como motor en los asuntos de Dios...
En otras palabras, la irrupción de lo Inesperado que había sido anunciado.

Mientras meditáis en todo esto, dad las gracias por todo a Dios nuestro Padre en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo...