Déu Pare, dame Gracia y pone en mí el deseo de buscarte, para que al buscarte pueda encontrarte, para que al encontrarte pueda amarte, y para que al amarte pueda odiar con todas mis fuerzas, con toda mi alma y todo mi corazón, todos los pecados de los que me has salvado...
En el Nombre de Jesús, amén!



jueves, 26 de julio de 2012

De que la Mayoría Estudia en la Penumbra...

Delphine Horvilleur escribe lo siguiente en la web del Conseil Représentatif des Institutions juives de France,
La escena ocurre en el siglo II d. C.
Un célebre sabio y su hijo, perseguidos por el poder romano, encuentran refugio en una gruta de Galilea, relata el Talmud.
Allí viven los dos, recluidos en la penumbra, y consagrando doce años enteros al estudio de los textos sagrados y a la oración, hasta que llega el día que marca el momento de salir de su recogimiento.

Pero una vez fuera, los dos eruditos se mezclan con sus congéneres y observan con sorpresa como dedican su tiempo en ocupaciones profanas: sembrar, plantar, recolectar… más bien que estudiar la Torah.

Ofuscados ante tanta trivialidad, padre e hijo lanzan sobre el mundo a su alrededor una mirada literalmente inflamada: así, cada vez que el más joven lanza su mirada sobre un ser o un objeto, éste se convierte rápidamente en fuego.
En la obscuridad de su refugio, el niño había adquirido una mirada incandescente, a la manera de una linterna que inflamara todo aquello que ilumina.

Surge entonces la voz del Eterno: “Si vosotros habéis salido de vuestra gruta para destruir mi mundo, regresad a ella”.
Y es lo que hicieron ellos, padre e hijo, esperando así adquirir un espíritu benevolente y poder al fin encontrar la luz que no quema.

Este episodio mítico del Talmud se parece a una puesta en guardia contra el potencial destructor de toda vida ascética.
Ciertamente, en la gruta, estos hombres ganaron en erudición, pero no visiblemente en sabiduría. Una vez fuera, se ven llamados al orden por una voz divina que les “priva de salir” y les reenvía a sus queridos estudios para que revisen sus enseñanzas.

Tal es la lección que es necesario aprender: el estudio y la vida espiritual, cuando ellas se efectúan en la “penumbra”, alteran la visión de los hombres, haciéndoles dirigir sobre el mundo una mirada devastadora.
Se vuelven tan ciegos a la realidad del mundo, que están a punto de destruirlo.

El Talmud advierte a su lector y parece indicarle:
“Sobre todo, leedme a la Luz.
No me estudiéis jamás en la oscuridad”.
Y tristemente, lo mismo se aplica a muchos de mis hermanos demasiado ocupados en el estudio, y poco en el Espíritu de la letra: nuestra santificación, el crecimiento a imagen de Jesús en el poder de Su Espíritu.


Fuente:
http://safed-tzfat.blogspot.com/2013/07/la-mirada-incandescente-del.html