Déu Pare, dame Gracia y pone en mí el deseo de buscarte, para que al buscarte pueda encontrarte, para que al encontrarte pueda amarte, y para que al amarte pueda odiar con todas mis fuerzas, con toda mi alma y todo mi corazón, todos los pecados de los que me has salvado...
En el Nombre de Jesús, amén!



viernes, 14 de diciembre de 2012

De Jesús y la Teoría Mimética de René Girard...

12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,
Hebreos 9:12
El filósofo francés René Girard, en su interesante teoría de la Mímesis, sostiene que uno de los mecanismos que tenían las sociedades primitivas de purificarse de lo maligno era expulsando o sacrificando a las divinidades los elementos que alteraban el orden establecido.
Al igual que un organismo que amputa un miembro enfermo, este acto era catártico, liberador.

Sin embargo, el ansia de sobrevivir a toda crisis que contaminaba el orden social, a menudo les llevaba a buscar víctimas entre los inocentes, victimizando a chivos expiatorios -Juan 11:49-50- mostrándose impotentes a la hora de traer sanidad a un mundo podrido.
Los sacerdotes llamados a traer sanidad, eran parte del problema.

Según Girard, las sociedades humanas modernas no se han librado de dicho mecanismo, sino que este ha evolucionado en algo más sutil, algo desprovisto de todo ropaje religioso, pero no menos inútil:
Los mitos, las prohibiciones, los tabúes sociales.

Ahora bien, una vez somos conscientes de la naturaleza violenta de nuestras culturas, las cuales siguen dando voz a la práctica de la expulsión y victimización del chivo expiatorio, vemos la pervivencia de movimientos sociales que en nombre del interés nacional, el progreso, la pureza racial, o cualquier otro atavismo sectárico, siguen derramando sangre en los altares de las viejas divinidades.

Esta es una de las razones por las que los cristianos estamos llamados a no formar parte de ello, pues Jesús puso fin a todo sacrificio.

Lo que ello conlleva es que ya no ponemos nuestra esperanza en ritual alguno que enderece lo torcido, ya no justificamos el abuso cometido contra las minorías, ya no aplaudimos la marginación del Otro, pues Jesús es el último ritual, la minoría abusada, y el Otro marginado.

De ahí que tan pronto nos identificamos con el perseguidor que ritualmente purifica el mundo, lo único que conseguimo es expulsar a Jesús de nosotros.