Déu Pare, dame Gracia y pone en mí el deseo de buscarte, para que al buscarte pueda encontrarte, para que al encontrarte pueda amarte, y para que al amarte pueda odiar con todas mis fuerzas, con toda mi alma y todo mi corazón, todos los pecados de los que me has salvado...
En el Nombre de Jesús, amén!



lunes, 31 de diciembre de 2012

De Sumisiones, Confianzas, Esposos, Esposas y Moisés...

22 Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor;
25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,

Efesios 5:22,25
Tradicionalmente, estos versículos se han empleado para indicar el comportamiento que tanto esposo como esposa deben dispensarse entre sí.
El vers.22 apunta a la mujer, y el 25 al varón, hemos defendido.

No obstante, me temo que en el fondo, ambos versículos ponen el peso del mandato en el hombre.
Qué quiero decir con esto?

Bien, que por un lado, desde el punto de vista femenino, la pareja perfecta es aquella que ama a su esposa como Jesús amó a su Iglesia, entregándose a sí mismo por ella -anteponiendo el bien de ella al propio- pues la autoridad que Dios nos ha otorgado es para servicio.
Y por el otro lado, que desde el punto de vista masculino, la pareja perfecta es aquella que se somete a su marido tal como haría con el Señor.

Y este es el punto, pues nadie puede confiar en alguien que no ha dado pruebas de ser de confiable...

Cierto, esta es la razón por la que Dios no acabó con Moisés en su primer encuentro.
11 Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?
Éxodo 3:11
En efecto, cuando leemos el pasaje en que Dios se aparece a Moisés, una de las primeras cosas que observamos es que aquel que fue rescatado del agua presenta hasta 5 objeciones al Señor.

Del mismo modo, esta -el hecho de que no se pueda confiar en quien no ha dado pruebas de ser confiable- es la razón por la que Dios -después de sacar a Israel de Egipto, abrir el Mar Muerto, sepultar a las tropas egipcias en él, sacar agua de la Roca, hacer llover maná del Cielo, etc- tuviera la intención de acabar con los israelitas tras la adoración al becerro de oro...

De este modo, vemos que cuando la mujer es llamada a confiar en su marido, el mandato es doble, por un lado obediencia femenina en confianza, y por el otro, la necesidad masculina de dar muestras de ser digno de dicha confianza.